Concha Vereterra y la sonrisa de quienes hablan con la mirada

Una directora que trabaja contagiada por las sonrisas de su alumnado. Un colegio que da educación, rehabilitación, logopedia y más servicios a personas con parálisis cerebral. Una transformación energética que alimenta el edificio con paneles solares y aerotermia.

Concha Verreterra
Capítulo I Carátula del video

Visitar a Concha Vereterra en el colegio que dirige es contagiarse de su ilusión y del cariño con el que trata a los niños y niñas y a sus familias. Estudió Ciencias Empresariales, pero pronto se dio cuenta de que gestionar impuestos no era lo suyo.

Y fue gracias a su vecina Cristina, una niña con parálisis cerebral. Su padre le preguntó si conocía a alguien que pudiera echar una mano con las cuentas del colegio y se ofreció ella misma. “Me encantó la idea. Yo tenía una relación con Cristina muy bonita porque era una niña encantadora y siempre sonriente, entonces le dije que me apetecía ayudarle”, relata. Era 1997.

El bienestar de las personas con parálisis cerebral

27 años después de ese momento en el que empezó a trabajar algunas horas a la semana en el colegio, Concha Vereterra es la directora gerente de la fundación Numen. Ahí coordina a un equipo de 80 profesionales que atienden a personas con parálisis cerebral gravemente afectadas. “Intentamos dar respuesta a sus necesidades a través de un servicio de atención temprana, un colegio de educación especial y un centro de personas adultas”, explica. Y detalla: “Les recogemos en sus casas en un servicio de transporte adaptado y pasan el día aquí con nosotros. La jornada comienza a las 8:30, con la llegada de los alumnos y de los chicos del centro de día, y están aquí con nosotros recibiendo educación, formación, rehabilitación, logopedia, terapia ocupacional, apoyo psicológico… Vienen sobre todo a pasárselo bien y a disfrutar con las terapias y las clases que reciben aquí

Fotografía de Julían
Fotografía de actividad
Fotografía de aula
Fotografía de juego

“Cuando empezamos el cole iba en silla de ruedas y ahora ya le llevamos andando de la manita a la ruta. Es un niño que además tiene cierto nivel de autismo y problemas de conducta y, gracias a colegios como este, está mejorando su sociabilidad, su conexión con la gente… todos los aspectos”

Beatriz Martínez-Simancas, madre de Julián

Uno de los niños que acuden a divertirse a la fundación Numen es Julián. Tiene cuatro años y una enfermedad rara que le genera una discapacidad del 75%. Su madre, Beatriz, cuenta que “tiene muchos problemas de movilidad, pero poco a poco y gracias a todo el trabajo que están haciendo con él en Numen está pudiendo andar”.

“Su vida desde que entró en el cole hace dos años ha cambiado de manera radical. La suya y la nuestra, porque le vemos mucho más integrado en la sociedad y con nosotros, y eso nos hace estar más contentos”

Beatriz Martínez-Simancas, madre de Julián

Placas solares y aerotermia para cuidar el planeta

Entre las dificultades que suelen tener los niños y niñas como Julián están la regulación de la temperatura y los problemas respiratorios. “El daño cerebral puede afectar a muchas cosas. Puede afectar a tu movilidad o a la parte del cerebro que hace que regules y no notes la brusquedad de los cambios de temperatura. Esa parte en la mayoría de nuestros chicos no funciona bien”, explica Beatriz. Esta particularidad hace especialmente importante la climatización del centro, pero conseguirla es todo un desafío por otra de las dificultades que tiene buena parte de su alumnado: los problemas respiratorios, que desaconsejan instalar aire acondicionado.

Carátula del video con placas solares

Es uno de los motivos por los que la fundación Numen decidió transformar el abastecimiento energético del edificio. Llenaron la azotea de paneles solares e instalaron también un sistema de aerotermia que permite climatizar el centro con energía renovable sin aire acondicionado. Esta tecnología utiliza el aire que viene del exterior para calentar o enfriar agua que circula a través de un suelo radiante en invierno y refrigerante en verano, sin producir la sequedad que generan los sistemas de climatización convencionales. “Esto nos ha permitido mejorar muchísimo el confort del centro”, valora Concha.

Pero las necesidades de salud no han sido el único motivo que ha llevado a la fundación Numen a esta transformación energética: también ha pesado la conciencia ambiental del propio alumnado.

Fotografía de la directora

“Como todo en esta fundación, el proyecto surge de sus verdaderos protagonistas, que son nuestros niños y nuestros jóvenes. Hace dos años, los chicos del cole y los del centro de día decidieron diseñar todo el contenido pedagógico alrededor de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y especialmente de los que están dedicados a preservar nuestro planeta y hacerlo mejor”

Concha Vereterra, directora de Numen

“Ellos lo contagian todo. Contagian a los profesionales que trabajan con ellos de forma directa, a los que trabajamos en el tema un poquito más aburrido del área administrativa y a las familias”, señala Concha para explicar cómo, al abordar la sostenibilidad en los contenidos pedagógicos, el propio alumnado demandó al centro predicar con el ejemplo. “La Fundación decidió tomar el testigo de lo que nos estaban pidiendo nuestros chicos, que contribuyéramos a hacer un planeta más limpio, y decidimos cambiar todo nuestro sistema de energía, que era contaminante, por unas energías limpias”, relata.

Sonido

Una piscina que libera de la silla de ruedas

La piscina terapéutica del colegio les libera de la presión de tener su piel pegada a una silla de ruedas durante tantas horas y relaja sus músculos. Para que sea beneficiosa para su salud tiene que estar a 34 grados, un reto resuelto con energías renovables.

Personas adultas y niños en la piscina
7 6 5 4 3 4 3 2 1 º

¿Y por qué es tan importante la piscina?

Concha explica que los niños y niñas del centro pasan muchísimas horas en su silla de ruedas, con su piel en contacto continuo con el asiento y el respaldo sin poder moverse ni siquiera un poco. Entonces, la piscina es “un recurso maravilloso porque les permite abandonar su silla de ruedas durante un rato y sentir esa sensación de ingravidez que sentimos nosotros cuando nos metemos en el mar”.

“Estar en el agua, en un ambiente en el que no hay nada que les esté oprimiendo por ningún lado, sin algo alrededor de su cuerpo controlando su postura ni nada, es absolutamente maravilloso. Y con esa temperatura del agua, los niveles de rigidez bajan muchísimo y consiguen una relajación física muy importante”

Concha Vereterra, directora de Numen

Beatriz corrobora la importancia de ese recurso para su hijo y sus compañeros y compañeras. “Una de las cosas que más valoramos del colegio es que Julián usa muchísimo la piscina climatizada. Los niños tienen terapia en ella una vez a la semana, y para él ha sido un cambio radical.

Personas adultas y niños en la piscina

"Era un niño que casi no podía tocar el agua, en verano teníamos muchísimos problemas porque no podíamos meterle en la piscina”, cuenta su madre, y añade que eso ha cambiado mucho desde que se mete en el agua todas las semanas en el colegio. “Para él es un momento de disfrute y para nosotros en verano es un momento de disfrute con él y con su hermana”, celebra. También valora la transformación energética de la piscina:

“Que antes estuviera climatizada por gas y ahora por aerotermia y placas solares nos parece una pasada. Se ha reducido muchísimo el impacto del colegio en el medio ambiente”.

Beatriz Martínez-Simancasas, madre de Julián
Carátula del video con piscina

Ponerse de pie, un subidón de adrenalina

Otro servicio del centro que es importante para su alumnado es el de fisioterapia. Uno de sus usuarios es Carlos, un chico de 13 años que lleva en Numen desde que cumplió 4. Su padre, Guillermo, cuenta que, aunque se desplaza de manera autónoma en su silla de ruedas, “necesita a diario un montón de tratamientos que solo son posibles en colegios de este tipo”. “Este centro tiene un departamento de fisioterapia espectacular donde se desviven con los niños. Hacen todo tipo de terapias, cogen lo mejor de cada una, ven lo que se puede aplicar a cada niño… Ahora, por ejemplo, con Carlos están probando un tratamiento nuevo en el que le están poniendo de pie”, comenta Guillermo mientras mira a su hijo con cariño. “Para él, que está todo el día sentado en una silla, el hecho de ponerse de pie es un subidón de adrenalina”, valora. También agradece el trabajo de los logopedas, que han desarrollado con Carlos un cuaderno de comunicación.

Fotografía de Carlos con su familia

“Pese a no saber hablar, es capaz de comunicarse con todos, es capaz de hacernos entender qué es lo que necesita, qué es lo que quiere, y eso en un niño así es fundamental”.

Guillermo Díaz, padre de Carlos

Guillermo, además de ser el padre de Carlos, es miembro del patronato de la fundación Numen y ha coordinado la transformación energética del centro. Reconoce que al principio no fue fácil convencer a las familias para poner en marcha el proyecto. Habían probado ya otros sistemas de climatización que no habían servido y tenían dudas de que este sí fuera a funcionar, por lo que había reticencias a asumir el desembolso económico inicial. Ahora celebra que ha recibido reproches de que hace demasiado frío en los días de calor: “Son las mejores quejas que podíamos oír porque demuestran que la instalación funciona”.

Beatriz, la madre de Julián, confirma que la respuesta de las familias ha sido muy favorable: “Que además de todo lo que hacen por nosotros se preocupen por mejorar las instalaciones y contribuir al medio ambiente lo recibimos como algo muy positivo, que refleja muy bien lo que es Numen”. Y la importante reducción del consumo eléctrico al utilizar la energía de sus propios paneles solares ha disipado dudas sobre la eficiencia económica del proyecto. Acaba de empezar, pero cree que el ahorro será mayor a medida que optimicen su funcionamiento.

“Hemos notado muchísimo en las facturas el cambio de sistema: en torno a un 30 % de ahorro en todas las facturas”

Concha Vereterra, directora de Numen

En cualquier caso, la buena valoración de esta iniciativa va más allá de la reducción de las facturas o del confort térmico. “Los chicos han sentido que sus reivindicaciones son escuchadas y eso es muy importante”, defiende la directora del centro. Y profundiza en ello: “Nuestros niños y nuestros jóvenes en ocasiones tienen pocas oportunidades de participar activamente en las decisiones o en las organizaciones que se hacen a su alrededor. Entonces, la satisfacción que han tenido, sobre todo los mayores del centro, cuando han visto que sus reivindicaciones por trabajar todos por un planeta limpio, por un objetivo de bienestar para el planeta, han sido escuchadas, ha sido súper motivadora para ellos”.

Chef en su cocina

Disfrutar de los sabores, desperdiciar menos

La transformación energética no es el único proyecto que ha emprendido la fundación Numen para mejorar la sostenibilidad del centro y el bienestar de su alumnado. Hace poco decidieron montar una cocina propia para dar el servicio de comedor en lugar de recurrir a un catering, como hasta entonces. Esto les ha permitido garantizar la compra de proximidad y evitar muchos desperdicios: antes tiraban bandejas enteras de comida de los niños y niñas que no habían ido ese día a clase. Ahora cocinan según el número de asistentes al centro en cada momento y aprovechan los ingredientes que sobran un día para elaborar otro plato a la mañana siguiente.

Comida texturizada gracias a la nueva tecnología.

Comida texturizada Comida tradicional Plato de comida tradicional

Preparar alimentos para personas con parálisis cerebral es un reto, porque muchas de ellas tienen problemas para masticar y tragar. Durante mucho tiempo han estado limitadas a comer siempre purés, con texturas y sabores que suelen ser similares. Pero, al instalar una cocina propia, el colegio aprovechó para implantar una tecnología que texturiza la comida. Con ella, cogen cualquier plato del menú general, como unos macarrones, y lo convierten en un alimento compacto que no es sólido pero tampoco es un puré y que mantiene todo su sabor. “Esto permite a los chicos saborear un montón de comidas que antes no podían probar”, valora Nuria, la enfermera de la fundación y quien supervisa los menús del comedor, y añade: “Degustan muchos más alimentos y están encantados”.

Cuando Concha describe lo bien que su alumnado ha acogido la transformación energética del centro, se puede percibir cómo la alegría de los niños y niñas es también su alegría. Le gusta su profesión, se le nota y lo dice claro: “Este es el mejor trabajo del mundo”. Pone en valor “la satisfacción de que tu esfuerzo se traduce en mejoras en la calidad de vida de la gente, de los niños, de sus familias y de la sociedad en general”. Y agradece cómo las personas con parálisis cerebral con las que trabajan les alegran la vida a las profesionales como ella:

Fotografía de la directora

“Este es el mejor trabajo del mundo supone aparcar tus problemas cuando entras en el centro porque, cuando nosotros llegamos aquí, lo primero que nos encontramos es la sonrisa de nuestros chicos. Entonces, si ellos sonríen, ¿cómo no vas a sonreír tú?, ¿cómo no vas a ver la alegría en las pequeñas cosas, en sus pequeños logros, en su día a día? Verdaderamente somos afortunados de poder trabajar todos los días con gente tan maravillosa”